Braulio Peralta, el connotado comunicador y editor nacido en Tuxpan, es ya una referencia obligada en el periodismo cultural de México. En su reciente visita a Xalapa, se refirió a la urgencia de reglamentar el manejo de la información en la red del ciberespacio, que aunque no es el cielo, afirma, sí pertenece al territorio de la inteligencia.
Al final del Diplomado en periodismo comandado por la dirección de Performance, Braulio Peralta, acompañado en la mesa por José Homero y Sergio Pitol, departió en un gesto de cordialidad hacia su público una plática donde incitaba a todos los estudiantes del diplomado a asumir el oficio periodístico con un compromiso neto, consciente de las circunstancias, bríos y actitud retadora frente al convencionalismo chocante o gris de los reporteros desapasionados. El conferencista, periodista de admirable carrera, cofundador de La Jornada y director por muchos años de la sección cultural de dicho periódico, ha jugado de manera protagónica en las lides de la industria editorial (en Planeta, Random House, Plaza & Janés) y participado en diarios como Milenio, Unomásuno y El Universal. Es autor de los libros El poeta en su tierra. Diálogos con Octavio Paz, De un mundo raro, Las profecías de la industria editorial y Tres generaciones, y un actor incesante de la crítica cultural. Durante el brindis posterior a su conferencia y tras la entrega de diplomas a los estudiantes, a petición del propio José Homero, Braulio Peralta concedió la siguiente entrevista, mientras fluía el vino en la Galería de Arte Contemporáneo.
MA: ¿Qué opina sobre las agencias de medios que han proliferado en la República implementadas para favorecer instituciones públicas, instancias de poder, apropiándose a veces de las discreciones editoriales en los periódicos?
Braulio Peralta: Las agencias gubernamentales o agencias oficiosas, provenientes de universidades o grupos privados de poder, son en sí mismas centros de acopio de manipulación de la información. El periodismo siempre ha lidiado con la amenaza de la corrupción, obtención de recursos oficiales o convenciones burocráticas que cierran el paso a noticias inconvenientes al político en turno. Esto sujeta a los periodistas a negociaciones de las redacciones de los periódicos. Llegar a acuerdos es lo más importante para la pervivencia de estos medios. Recuerdo el famoso caso de Julio Scherer García: así como tenía reprimendas por parte del Estado, trataba de conservar la compostura y los vínculos benéficos. Los que se dedican al periodismo se corresponden de algún modo con el poder, pues es un foco de la noticia. Lo que no se vale es que el poder manipule la información, precisamente lo que sucede en muchos medios de comunicación, como estas agencias.
MA: En Las profecías de la industria editorial, versando sobre los nexos entre editoriales y medios de comunicación, analiza el Internet entrambos rubros y sus repercusiones durante la divulgación de datos y las responsabilidades que habría que tomar para su lectura…
BP: La modernidad conlleva globalización, representada en las ciencias aplicadas virtuales. Las nuevas tecnologías son el futuro de los medios de comunicación, cierto; el papel va a ir desapareciendo. Pero, eso sí, habría que tener inteligencia suficiente para saber adónde vas como individuo de la mano de la tecnología, porque te puedes perder. La Red es el Infierno de Dante. O el Jardín de las delicias de El Bosco. Así como estos avances representan una proeza, también son manzana de la discordia para el mundo intelectual. Hay mucha basura en ese espacio; cualquiera puede depositar sus frustraciones; es el espacio de los asesinos, de los creadores, los secuestradores, los grandes pensadores, todos batidos. Se requiere conocimiento para discernir lo bueno, lo malo y lo peor, o lo menos malo de lo menos peor. De otra manera nos enfrentamos a una Babel que nos atiborra de palabras en proceso de descomposición. El ciberespacio no es el Cielo, aunque sí pertenece al territorio de la inteligencia. Debe existir una reglamentación: se están apoderando de Internet los grandes grupos, plagándola de anuncios, deformando a jóvenes y niños; la pederastia ha expandido sus horizontes con estos recursos informáticos. El Internet brinda “amigos”. Sabemos que en la vida real, si tenemos suerte, contamos nuestros amigos íntimos con los dedos de una mano. Pero queremos afecto, y el ciberespacio es el lugar ideal para encontrarlo.
MA: La batalla periodística por el dominio de la información, tanto en medios impresos como Internet, ha devenido debacle entre medios de información. Hace no mucho, un episodio entre el New York Times y The Nation en Norteamérica, donde se debatía la veracidad de la existencia de armas de destrucción masiva en Medio Oriente, detonó en un mar de noticias, videos en YouTube, a favor y en contra de las políticas invasoras. En México la divulgación de videos sobre fraudes y ejecuciones clandestinas, con énfasis durante la época electoral, acapara la atención y la tensión. ¿Cómo podría formarse un criterio ante este fenómeno?
BP: Hay una disputa por el poder de los medios impresos, televisivos, radiofónicos. Esta guerra ha demeritado las labores de estos circuitos informáticos; hoy ya no son la panacea. Los medios del ciberespacio sí. Slim no pelea por la TV, sino por espacio virtual. Bill Gates tampoco pelea por una marca, sino por una transnacional con amplio espectro mercadotécnico. Estos asuntos se reducen al dinero. Sin embargo el dinero no es el justificante para la ausencia de inteligencia en los medios. El dinero no es la “conciencia del ser” o la circunstancia del “yo”, menos el destino del pensamiento. Estas categorías se pierden porque el ciberespacio está arrebatado por la economía. Las generaciones por venir la tienen difícil. Aquello que llamamos civilización puede ser barbarie. The Nation y el New York Times son un reflejo de disputa aunque ya no por la patria, los derechos humanos, para nada: son disputa por los espacios vistos como “ganancias”. Y los contenidos, los análisis, el pensamiento, ¿dónde quedan?, ¿qué ofrecen? Yahoo, Google, Wikipedia, ¿en verdad aportan algo? En medio de la brutalidad que podría llamarse “masa”, integrada por millones de personas que no entienden que el mundo se ha polarizado, navega el fantasma del jaleo por el ciberespacio. Al no haber poblado aún la Luna, Saturno, etcétera, buscamos habitar virtualmente con la informática. Del mismo modo, para los primeros asentamientos humanos lo más concreto fue apoderarse del agua. La diferencia radica en que si no tomas agua te secas, pero sin ciberespacio no te mueres. Perdemos poco a poco la conciencia, nos embrutecemos. Caemos al terreno de los bárbaros. Coetzee, Corman McCarthy y los clásicos tienen razón: el hombre aún no entiende que es su propio lobo. Exaltamos los peores sentimientos para justificar emprenderla contra creencias ajenas. Este país ya no tiene clases de civismo, por ejemplo; desaparecieron las clases del latín también (lo que faltaba: quitarle las raíces a las palabras).
Los seres humanos somos química. El periodista debe estar hecho de pasión y razón, de sangre. Hay que aprender de nuevo a responder a estas circunstancias con carácter científico en vez de dejar que nos ganen las ideologías y el economicismo. Cada vez se escribe peor, sin carácter, aliento o personalidad. Se filosofa menos.
MA: Diderot y Voltaire ejercieron una postura filosófica comprometida al criticar la vida cotidiana con visos análogos al periodismo contemporáneo.
BP: Las materias académicas han sido tan segmentadas en sus conceptos que los abogados desconocen otras disciplinas de las ciencias sociales. Los periodistas desconocen el lenguaje. Pensamiento antropológico y filosófico son fundamentales para comprendernos y evitar las enfermedades del hombre: la rapiña, el asesinato. Los egos y la soberbia no han cambiado mucho. La pobreza mental y la mediocridad siempre van a existir. La razón y el respeto imponen a toda discrepancia. La polémica siempre va a ser sana.
MA: Aquella ficción del periodista, el legista o el detective de la novela policíaca por ejemplo, plurilingüe, cultísimo, ávido de verdades y misterios, ¿habrá dejado de ser horizonte apetecible para el común denominador?
BP: Dices ficción como si no fuera realidad. Pero la realidad es una ficción. Los clásicos no “inventaron” la ficción: ficcionaron la realidad, la soñaron, jugaron con ella, le dieron palabras a las querencias del pueblo. Las grandes fiestas dionisíacas griegas o la pléyade de autores del siglo XIX sólo conocían su microcosmos, su hábitat y horizontes. Ellos miraban los astros, no la TV. Aprendieron matemáticas sin calculadoras. El ciberespacio yace en una computadora. ¿Cómo puede tener tanto dominio? No me lo explico. Todavía no me explico el fax. Mejor hay que explicar los grandes satisfactores y desilusiones del hombre. De eso ya casi no se habla. El thriller, el relato policíaco, la novela psicológica; todas estas grandes inflexiones estilísticas forman parte de esta realidad.
MA: ¿Qué opina de los programas federales de promoción de la lectura y apoyo a editoriales como Libros del Rincón? ¿Cree que pueda beneficiarse la población estudiantil y aumentar el número de lectores por medio de estas estrategias?
BP: El gobierno se gasta muchísimo dinero en inventar eso de “Hacia un país de lectores”, como dice la leyenda del CONACULTA. Es un mito que produzcan “más lectores”. Nunca hubo más lectores que los que hubo desde el principio de la humanidad. Es una falacia. Hay gente que lee y gente que no lee. Gente que se va a quedar viendo la TV toda su vida. Escasas personas, químicamente puras, van a leer, y quizá a entender algo de sí mismos. Estos últimos tal vez serán incomprendidos. Ellos sí sabrán el valor de un instante de felicidad por el que vale la pena vivir.
Antes de que se acabara la pila de la grabadora, José Homero se aprestó a presentarle unos amigos a Braulio Peralta, lo que tácitamente finiquitaba la entrevista. Dice Peralta que “toda industria necesita de una ley de la oferta y la demanda, también será necesario que las leyes se impongan para que alguien gane dinero en esas, hasta hoy, páginas del espacio a las que todos podemos tener acceso. ¿Dónde quedan los derechos de autor ante las nuevas tecnologías? […] debería balancear el derecho a la libre circulación de la información pero también los inherentes derechos de un autor mediante la remuneración de su trabajo.” La verdad, conseguí su libro Las profecías de la industria editorial por Internet. Pero no tuve corazón para confesar que accedí a su trabajo sin costo alguno en el polémico Infierno-Jardín de las delicias.